Andar descalzo
sobre la arena tibia.
El olor a pipa.
La niebla.
Las chimeneas
desprendiendo un hálito
de vida inteligente.
Las nubes trashumantes.
La luna llena
que lo absuelve todo.
La lluvia torrencial.
Los pueblos pesqueros.
Las sombras contundentes.
Las luces indirectas.
Las bolsas de papel.
El pan oscuro.
Un árbol de navidad
en mitad de la noche.
Recostarse despacio
en la cama.
Un niño completa
y absolutamente dormido.
El museo pequeño.
Las antenas destartaladas
sobre un horizonte
cubista de tejados.
Las cosas que aparecen
un día en los bolsillos.
El reencuentro con una
canción que me gustaba.
Comer en Casa Odón.
Los libros viejos.
En realidad todo lo viejo,
lo oxidado y pobre.
Ese vacío intenso
cuando de pronto
uno se queda solo.
Descubrir con sorpresa
lo lejos que quedan
la mayoría de los recuerdos.
Recordar que estoy vivo.
Ronreír al saber
que en cierta manera
es un milagro.
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