Vivimos de costado
pasamos de puntillas.
Nadie quedará para recordar
en nombre de quién
habrá de dirimirse la venganza.
Cuando el tiempo se escapa
sin rostro de las manos
dejando un polvo amarillo
en el azogue
es menester estar atentos.
Cuando los días huyen
a hurtadillas
despreciando nuestro estupor
(mientras se pudre el grano
en el almiar)
es menester ser precavidos.
Cuando la vida se oculta
en los rincones
y no hay perro de caza que
pueda hallar su rastro
solícitos acudimos
a las puertas del miedo.
El bosque de certezas
ardió hace tiempo.
Y yo he venido a pregonar
la escarcha de la duda.
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