Hay tiempos
en lo que no tenemos
nada en seco.
En ellos, cada brazada
recolecta el secreto
de la profundidad.
De cuando en cuando,
rasga la superficie
un hueco húmedo
cuyo fondo merece
estelas de luciérnagas.
Mas un sudor salobre
desdice la quietud
e impulsa otra brazada
hacia el perfil exacto
del trascielo.
No dejejemos
que el cansancio
se carcoma en reflejos.
Hemos de sacudir
el agua ausente.
No permitamos
que en nuestras
almas maltrechas
se acumulen jirones
de nosotros mismos.
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