El tiempo devora
mis páginas,
astilladas como reinos
sin cimientos,
caminos de sal,
sombras quemadas.
Es ese mismo tiempo
que emerge desgarrando
la risa de la rabia
y el flujo amargo
de los años
como una esperanza
a la locura,
al vacío de la fe,
a mi voz a veces rota
pero que aún respira.
No tiene vuelta atrás,
el tiempo es lo que tiene,
toca cuidarlo para vivir
lo que aún me deje
en tranquilidad y paz
porque su transcurrir
me ha enseñado
que precisamente es ahí
donde está el secreto
de la verdadera felicidad.
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