miércoles, 24 de julio de 2024

PINTURA: MILLET


Jean-François Millet ha sido tal vez uno de los artistas que con más dignidad ha representado las escenas campesinas del siglo XIX. Prueba de ello es “El sembrador”, una obra hecha de tal forma que algunos críticos de la época decían que “parecía pintada con la tierra que siembra”.

En este caso, Millet representa la colosal y casi miguelangelesca figura de un hombre de campo dispuesto a sembrar el trigo. Las piernas envueltas en paja para abrigarse del frío revelan que estamos en invierno. En la escena, el hombre baja a zancadas por una ladera crepuscular mientras sostiene en su hombro el saco con semillas. La expresión del sembrador es cuanto menos llamativa. Apenas se aprecia su rostro, pero se adivina una especie de resignación. Y no es para menos, pues al fondo, un grupo de cuervos se abalanzan a la tierra para comerse los granos que él mismo acaba de sembrar.

El ambiente oscuro le otorga un cierto dramatismo a la obra a la vez que su aspecto monumental le sirven al artista para darle un nuevo enfoque para describir la vida rural. Sin duda, el objetivo es enfatizar casi de forma heroica la vida de estas gentes, ennobleciendo una profesión que estaba empezando a conseguir ciertos derechos. Y es que no debemos olvidar que estamos en le época en la que los trabajadores agrícolas estaban luchando por el derecho al voto durante la Segunda República Francesa. 

Hasta entonces las estampas de la vida campesina solían ser pequeñas y pintorescas, destinadas a una clientela urbana, ofrecían una visión del mundo rural idealizada y plena de tópicos. En contraste, los campesinos de Millet son corpulentos, reales y escandalizaron a la crítica por su escala heroica, reservada habitualmente a las divinidades clásicas o a los personajes históricos. Tal vez tras esta crítica -defendida casi en totalidad por la burguesía- se escondía el temor a que el socialismo se inclinase también por defender sus derechos.


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