sábado, 22 de junio de 2024

POESÍA: PALABRAS PARA BAHÍA


Empiezan a llegar los primeros 

ramalazos de adolescencia, 

pero afortunadamente 

se conserva en tu interior 

la niñez intacta todavía:

la risa más perenne cada tarde,

en las manos algún trozo de bosque

y un montón de preguntas

sobre el mundo reciente.

Tú no lo sabes, pero el mundo

tiene un sabio asignado a cada niño,

un sabio que se enferma y tose en ti.

Le gusta destaparse en sueños

para que tú lo cubras

o vigiles su fiebre y el calibre del frío.

Maestro con temor de esclavo

que, a punto de ser libre,

se intuye solo y frágil

y busca un amo para siempre.


He visto que crecían

tus ojos en estos diez años

como dos faros fijos en la costa,

dos señales simétricas

de esperanza y refugio

dando entrada

a las naves extranjeras.

En ellos resucito

y leo como en libro cifrado

en clave de futuro misterioso.

Adivino una historia,

el alimento que das

a los animales,

los amores de paso que vendrán

a enseñarte distancias,

besos, dudas, andenes

donde decir adiós.

Y noches en las que no decir.


Pero no quiero hablar

de cosas venideras,

pues se han roto las bolas de cristal

y ya no hay profetas ni verdades

que resistan enteras la explosión

de un misil enemigo en su tejado.

Te escribo porque pienso

en las cosas que aún ignoras.

Y siempre que apareces frente a mí

me acuerdo de la forma

en que crecemos

y dejamos la infancia abandonada

en baúles sin llave,

con todos los vestidos

que no supieron ajustarse

al crecimiento, a las edades,

al destino del cuerpo.


Yo sé que tú no sabes, Bahía,

que alguna vez la vida es un tiovivo

con los caballos muertos a pedradas,

que nos suben a dar vueltas y vueltas

de frenético espanto y resistencia.

Los humanos entonces,

desde islotes cercados

por un mar en remolino,

observamos que un mundo

afuera gira ajeno a nuestro giro.


No siempre se parecen

los días a los días,

como una lata idéntica a otra lata

de pescado en conserva.

De pronto un viento malo y corrosivo

derrite los metales,

y de las latas salen

los peores microbios

para infectar lo fresco.

Y una misma palabra

casi nunca es lo mismo.

Por ejemplo,

conoces la palabra gusano. 

Pero resulta que  a veces

gusano se refiere

a un miembro de tu especie,

a cualquier ser humano

que practica el oficio

canalla de no serlo.

Porque hay personas asombrosas

que se comen las frutas

podridas y renacen.


Pero yo, cuando miro

la belleza en tu rostro,

y noto que a cada centímetro

te haces dueña del tiempo

y de sus trampas, quisiera poseer

la magia de los cuentos,

tener todas las fórmulas

para que tú nunca sufrieras,

para que encuentres al instante

un resquicio de huida

si un puño te acorrala,

para que nadie te obligue a buscar

las piezas que no encajan

en el puzle que construyen

tus manos impacientes,

con los ojos

y algún trozo de bosque.


Si pudiera dejarte un manual de uso,

una guarida en medio de la nieve.

Si tal vez aprendiera a convertirme

en el vigía de los niños

como el guardián entre el centeno.

Pero no, así que estoy pensando

en algo grande:

dar un tiro de gracia a la injusticia.

Pero no acertaré, seguramente.

Verás que los adultos se repiten

incansables en cárceles y muerte,

en errores iguales

y en luchas desiguales,

en amores sin causa

y violencia entre hermanos.

Se desorientan en la incertidumbre

de los años sin norte,

como en un laberinto,

los adultos, yo mismo.


Hoy te escribo para mañana,

para que puedas perdonarnos

la inercia de ir muriendo

sin darte explicaciones,

Por las respuestas torpes,

por la herencia maltrecha.

Cuando el dolor

te lance sus cuchillos

y sientas que un amigo te ha fallado;

cuando adviertas

en sombra una alambrada

que tienes que saltar

pues te persiguen,

acepta lo difícil como un guante

que te arroja la vida, un desafío.

Que jamás el cansancio

te sorprenda sin fuerzas.

Nunca digas qué largo es el camino,

no puedo más y aquí me quedo.


Y para acabar, por favor,

como serás más lista que yo

intenta no repetir mis errores, 

perdona si he cometido

alguno contigo, 

y también recuerda siempre

que a veces me duele el alma

de lo mucho que te quiero. 

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