El mundo nos duerme,
nos eleva como conciencias
o nos hunde como necios.
Siempre se llega tarde
cuando en los mapas
ya están dibujadas
las promesas de una victoria.
Las soledades cuelgan
de las casas abrasadas
palabra que por desgracia,
no se escribe con la letra zeta.
Los perros comen perros.
Muertos.
Cientos de palomas pálidas
buscan su futuro.
Aun más tarde se llega
cuando en el tablero
está dibujada la derrota.
Y las puertas están cerradas,
la ropa tendida huele a frío
y rastros de sangre herida
aguardan los gritos
de las ratas.
En la derrota,
siempre hay ratas.
Como en la muerte.
Desnudas.
Y se ríen, del mundo,
sin conciencia.
De su derrota.
Del frío que nos envuelve.
Del terror en que viven
los que van a morir.
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