viernes, 31 de mayo de 2024

OPINIÓN: VOTAR POR EUROPA


Tenemos elecciones europeas a la vista. Es cierto que la Unión Europea no es realmente la que nos gustaría, ya nadie habla siquiera de la Europa de los Pueblos. ¿Alguien más recuerda aquél mensaje progresista? Demasiada gente lo ha olvidado. Pero eso no significa que la UE sea nuestra enemiga, solo que hay que cambiarla. Por eso hay que tener mucho cuidado con dejarse influir por la campaña antieuropeísta desatada por la derecha más reaccionaria. 

Esta Unión Europea no sirve a esa horda situada más allá de la derecha tradicional porque no le ayuda a hacer lo que ella es incapaz de hacer, tumbar al Gobierno de España. O porque cuando en la mayoría de los medios se vende un discurso falso que dice que este país es un infierno fiscal, Bruselas recuerda que España debe en realidad recaudar más. No les gusta porque no tumbó ya la ley de amnistía, no bloqueó fondos y validó reformas como la laboral o la de las pensiones. Bruselas hubiera querido una ley de amnistía con consenso, como hubiera querido una respuesta más política y menos judicial al procés catalán, pero sabe ver los equilibrios políticos de cada momento.

Esta Europa es antipática cuando tu plan es la involución. Y contra eso vale todo, también la mentira y la siembra de la semilla eurófoba. Jesús Cacho, mandamás de Vozpópuli, publicó este pasado domingo un resumen perfecto de la decepción de los reaccionarios. Cacho reúne los bulos clásicos: que la Unión asumió nuevas competencias que en realidad no asumió, que va hacia “un federalismo controlado por unas elites burocráticas cada vez menos democráticas (son elegidas de la misma forma que hace 40 años) y más alejadas de los intereses del europeo medio”. Cacho asegura que la legislación europea “se impone a los Estados miembros” (es mentira, estos siempre tienen la última palabra), que esa “burocracia no deja de crecer” (en realidad los sindicatos de la función pública europea llevan años denunciando que los gobiernos encargan cada vez más tareas a la Comisión sin que esta tenga más recursos) o que una materia de “tanta importancia como la inmigración ilegal debería ser competencia de los Estados miembros” porque “son los españoles los que cuentan con la legitimidad necesaria para decidir quiénes, y en qué condiciones, están autorizados a entrar en España”. Y así es. El Gobierno español es libre de repatriar al inmigrante irregular que considere conveniente sin que las autoridades europeas tengan nada que decir al respecto. Puede incluso mandar a la Guardia Civil a darles de hostias en la valla de Melilla y tirarlos al lado marroquí y los comisarios europeos mirarán hacia otro lado. España puede conceder el 90% de las solicitudes de asilo o el 10% y la Comisión Europea tampoco tendría nada que hacer, le gustara más o menos. Cacho repite los bulos de los negacionistas climáticos (“nuevo comunismo travestido de ecologismo”) o de quienes alegan que existe un plan para poner en marcha una economía del decrecimiento.

¿Por qué esa eurofobia? Porque una Europa liberal, en el sentido más progresista del término, aún intenta evitar el zarpazo de la bestia parda que provocó dos guerras mundiales el siglo pasado en su suelo causando millones de víctimas, y es el último dique contra sus pretensiones involucionistas. Ayudemos a esa Europa votando por ella. 

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