Callo mucho conmigo,
cuando no necesito el hilo
medular de las palabras.
Me gusta recogerme
en la usura de mis rasgos
tras el velo de sombras.
Nunca veo el círculo de luz
que migra ensimismado
dentro de la absorbente
pupila de las cosas.
Tengo mirada líquida.
No despejo mis nubes;
quiero verter la lluvia
en el hondo misterio
de las desolaciones,
como si fuera un signo
que despliega
la masa fibrilar
de los significados.
Todo reconsidera
un linaje vacío.
He buscado refugio
en ese hueco
del que ya, sin fisuras,
formo parte.
La nada es una buena
manera de acabar.
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