En aquella época
escuchaba a los cantautores,
tenía el pelo largo,
una gran barba
y el pedigrí
de esta democracia
vivía en la trastienda
del golpismo.
Con brumosa nostalgia
hoy transito de nuevo
un pasado en declive,
que tiene tentativa
de inventario
con señales en morse.
Más o menos entonces
descubrí
-sin paratextos
y sin convenciones-
que la Arcadia
era un cuerpo de mujer.
Luego descubrí
la cantidad de cosas
que se quedan
a mitad de camino,
que la existencia
se va diluyendo
llenando de vacíos
lo que nos queda
y que la desilusión
no es para nada
una buena manera
de madurar en la vida.
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