Le conozco muy bien,
sé lo que piensa,
por más que la certeza
suene a pedantería.
Ama cuanto yo amo
y a menudo acostumbra
a confundir rutina
y existencia;
como yo justifica
el razonable precio
por encima del cual
se vendería,
como yo, gesticula,
como yo, decepciona;
si aparezco vencido,
él no oculta sus síntomas
de claro agotamiento
y he de anotar
con cuánta diligencia
acude a mi llamada
silenciosa.
Hablaría del amigo
perfecto para el viaje
lo impide su manía
de guardar las distancias:
Siempre está
al otro lado del espejo.
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