La obra de Monserrat Gudiol, intimista y protagonizada en gran parte por mujeres, revela una visión trágica y melodramática de la humanidad: anatomías delgadas y débiles, cuerpos macilentos que parecen deteriorarse en una atmósfera homogénea, en los que Gudiol enfatiza las manos raquíticas y los rostros angulosos. Pinturas que son el eco de las nostálgicas y melancólicas figuras picassianas de las épocas azul y rosa.
Sus pinturas configuran universos herméticos, prácticamente cerrados, que reflejan pasión, sufrimiento y a veces una angustia oculta. La artista utiliza colores intensos que se fusionan con los propios personajes que retrata y que son el centro de sus composiciones, unos personajes insinuantes y que destacan por su hieratismo e introspección, unas figuras impregnadas de gran tristeza, como destinadas a soportar el dolor del mundo.
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