En el desamparo
de la postrera noche,
con la ternura
con que la llama lame,
como una mano
que el muslo acaricia,
llegará el primer
día de enero.
Nada cambiará
aunque cambie el año,
todo seguirá
como un día antes era
aunque ejerzamos
nuestro ilusión
de alimentar esperanzas
por un fugaz instante
marcado en los relojes.
Y cuando caiga la última
hoja del calendario,
la vida de cada cual
continurá al mismo ritmo
de bienestar o desdicha.
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