una buena víctima
es necesario saber
de toda la dulzura
que entrelaza
al verdugo con la muerte,
de la paciencia
con que afila su hacha,
de la soledad
que ilumina su vida
y la de sus inocentes hijos,
del esfuerzo que implica
portar y levantar el arma,
de la sangre que pringa
sus pantalones.
Todas esas consideraciones
deben estar presentes
en el momento de recoger
nuestro pelo sobre la nuca
y poner en sus manos
el pescuezo.
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