Somos como cometas
que en la noche
cruzan el firmamento
iluminándolo
y dejan tras de sí
una breve estela.
Un recuerdo quizá
en los ojos de un niño
que olvidará el adulto,
un deseo frustrado,
un acento de luz huérfano
entre las sombras.
Somos como cometas
que en la noche,
fieles a su principio,
arden sin mesura
y desaparecen
como si no
hubiesen existido
la rutina indeleble,
las deudas con la vida,
las tardes infumables,
los fracasos comunes,
la muerte y sus vacíos
llenando el corazón.
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