Qué hemos hecho
tan mal, luna,
que sigues iluminándonos
cuando la luz del sol
no amplifica
nuestros desperfectos
bajo tu abrigo,
encontramos pechos
que nos reciben a horas
intempestivas,
el abrazo infinito que calma
el dolor y el llanto
de los cuerpos arañados
por las caricias
que nos desangran.
La oscuridad
nunca nos ha abandonado
al baile de las máscaras
y el disfraz,
nos ha resguardado
en sus noches
cuando no fuimos capaces
de encontrar un rumbo
y partíamos
en la búsqueda de algo
a lo que amarrarnos
para apaciguar
el desgarro animal,
los cuerpos convertidos
en despojos,
las vidas que no brillaban
en el reflejo de los escaparates.
Rasgamos las preguntas
por todos los pasos
que no llegaron a tiempo,
esas sombras difuminadas
que se desvanecieron
en la bruma,
las almas infinitas
que se encontraron
con caminos y precipicios
donde volaron libres
y aún suena su carcajada
liberada de cualquier nudo.
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