domingo, 30 de abril de 2023

POESÍA: EL PRECIO


Ya nadie se acuerda

del futuro

pero el futuro se detiene

en la herida

que cronifica el tiempo

lo tiñe de penitencia

lo disfraza de locura

de grito atrapado

en las grietas de la historia.


Pero los monstruos

son reales

y van ganando la batalla

con la complicidad

del silencio

institucional del frío

y así van creando

la realidad que les beneficia. 


Su palabra es la ley

y en silencio

calculan la cuenta

de resultados

con mapas ciegos

para tatuar

con una sonrisa

la irresponsabilidad asocial

políticamente incorrecta

del capital inhumano. 


En la estadística

de las excusas

los peones

son prescindibles

un sacrificio necesario

para elegir tras la batalla

el nudo de la sangre

en las venas

para remar en el desierto

y postergar la síntesis

del pan, vivir sin aire

o la agonía.


¿Cuanto vale una vida?

¿O dos o tres

o cuatro o cinco?

¿Cuanto cuestan?

A cuánto se paga

el desahucio del trabajo

o de la vivienda 

¿al peso?

¿a la plusvalía al cuadrado?

¿Cuánto?

La vida no tiene precio

el dinero no tiene patria

los gerentes

y dirigentes políticos

no tienen vergüenza:

los amos del cotarro deciden

y el precio

no lo ponen los ciudadanos

se limitan a pagarlo. 

2 comentarios:

Ceciely dijo...

Cuando el futuro se va deteniendo, las heridas vierten recuerdos de nostalgias. El mundo cada vez se alimenta de monstruos de gobiernos capitalistas. Les importa un bledo la angustia de un pueblo hambreado y encarcelado por la supremacía de la mentira y el engaño.
De gran justicia tu poema que habla de la realidad del mundo, en especial de mi país Ec.
Tengas una buena semana. Abrazo lleno de esperanza.

Pacogor dijo...

Las injusticias se repiten de país a país, el avance social parece desesperadamente lento... Pero ese transcurrir temporal no deberíamos medirlo de la misma manera que los demás. Para transformar las cosas es necesario tener claro dos cuestiones: paciencia y visión de futuro. Trabajamos para nosotros y para los que nos sucedan. Desde esa perspectiva, abrazo y esperanza es el mejor alimento que podamos imaginar.