lunes, 24 de abril de 2023

POESÍA: EL MANZANO


Siempre me ha causado

una enorme tristeza 

ver una casa en ruinas.

Por el tejado ausente de esta

se cuela el firmamento.

El viento enfila

tabiques y pasillos:

su susurro de navaja

apresura el canto del mirlo.


Rayos de sol se demoran

en las estancias

que fueron comunales,

avivando una llama

de luz en los objetos,

metales corroídos por la lluvia

que penden de unos clavos

que no venció la edad.


La escalera de tablas

está podrida y cruje

con el menor avance,

por los inanes vanos

penetra con vehemencia

el olor de un manzano

que alguien plantó

hace décadas

y se mantiene en pie

con las ramas dobladas

por los frutos.


Maravilla la perseverancia

de ese árbol que, 

cuando nadie recuerda

ya su existencia,

continua aligerando

con su aroma el mundo,

enfrentando al grave

paso del tiempo el leve

imperio contingente

de hermosura

de cuanto existe opuesto

contra el olvido.


Sobrevivió a los hombres, 

perdurará a los muros

y deja constancia

—entre cardos y polvo,

más allá de las ruinas—

de que una vez aquí

se alzó un hogar

piedra a piedra erigido

por los que fueron suyos.

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