Ansiamos el augurio
de no dejar
que las tormentas
nos lleven a lugares
oscuros y solitarios,
ni a los huecos provocados
por los buitres
que acechan el comienzo
de los sueños
en las estaciones sombrías.
Ansiamos la promesa
que no llega,
el sendero correcto
iluminado sin prisa,
no caer en los abismos
desiertos causados
por los últimos destellos
de las partidas.
Lentamente
aceptamos que la luna
se refugie en los regazos.
El egoísmo de la misma.
Y los interrogantes
que apartaron
temporalmente
las señales incumplidas.
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