lunes, 5 de diciembre de 2022

POESÍA: UNA PEQUEÑA PALABRA


Cuando las otras palabras

se agrandan

con el viento helado

y se hinchan de odio

las banderas y sus telas

se encarnan en astas

que embisten

al forastero sin patria

y al que pobre quedó

a la vera del camino

y al que habla a sus dioses 

en otro idioma…

Cuando esto sucede

tan a menudo,

la palabra PAZ huye

y queda arrumbada

en un rincón y nadie

la visita porque es

palabra humilde y fracasada

desde la cruel herencia

de Caín y Abel.

Quizás, esa pequeña

palabra haya muerto

y solo el silencio

sea capaz de resucitarla.

Acaso, como escribió alguien 

«Auschwitz comienza

donde quiera que alguno

mire un matadero y piense: 

solo son animales».

¿Se puede,

te preguntas entonces,

escribir un poema

después de respirar

carne humana chamuscada

o de ver hileras de cuerpos

que huyen sin rumbo

de las bombas en Kiev?

¿Acaso, estas palabras

que estoy escribiendo

en este instante sirven

para parar una sola

bala de cañón

o un misil cruelmente 

teledirigido hacia la muerte?

¿Tendrán tiempo de leer

un poema los conductores

de los blindados,

los explotadores

y asesinos de mujeres

y los que comercian

aquí y allá

con salarios de hambre?

Acaso, fuera más eficaz

inventar palabras

que no digan,

palabras mudas,

que dejen al descubierto

todos los ruidos

que destruyen el mundo

y que hable el silencio.

Pero, ¿cómo callar el llanto 

de las madres y las novias

y de las hermanas

y de los niños de teta

y de los estudiantes

sin libros

y de sus amigos muertos

en estúpidas guerras?

¿Y cómo callar la soledad

de los cuerpos

a merced del mar

mientras sueñan paraísos

en pateras mercenarias

o cómo callar el grito 

ahogado por las moscas,

de los niños africanos?


La palabra PAZ

es tan pequeña

que no cabe en el Mundo.


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