miércoles, 18 de mayo de 2022

HISTORIAS MÍNIMAS: DOS CARAS


Abre el frigorífico. Cuatro huevos solitarios le saludan desde las baldas vacías. No queda leche para el café. Suspira y decide prepararse un té. Mientras el agua hierve, se coge los brazos en un abrazo cálido. Cierra los ojos y siente los suyos, los echa de menos, tanto que duele. El agua gorgotea en el fuego. A veces, también, echa de menos el ajetreo de las comidas cuando la casa se llenaba de olores y risas. Ahora sólo le recibe el silencio. Un silencio agujero negro que todo lo engulle. Pega un sorbo al té, ha olvidado ponerle azúcar y amarga, pero no tanto como su vida. Mira el montón de pastillas dispuestas sobre la mesa de la cocina, las hay de todos los colores, aunque le parecen todas iguales, no hay diferencia. Sólo sirven para alargarle la vida. Pero ¿es eso lo que realmente quiere? Se pregunta todos los días. Va al baño y ante el espejo ensaya sonrisas, ensaya otra cara. Esa otra cara que muestra todos los días y que le dice al mundo que no va a poder con él, que piensa seguir en la lucha, aunque duela, aunque amargue, aunque le engulla.

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