martes, 17 de mayo de 2022

PINTURA: MURILLO


La muchacha, sentada sobre un parapeto, ofrece risueña a los transeúntes las flores que lleva en su chal. Un pañuelo recoge su revuelta cabellera, junto a una flor que la adorna, como es costumbre entre las mujeres andaluzas. Varios son los mensajes que se identifican con la pintura. Las rosas son símbolo de la fugacidad de la vida; en el cuadro de Murillo, han comenzado a deshojarse. Su significado simbólico era muy frecuente y no pasaría inadvertido a cualquier conocedor de su tiempo.

Se ha interpretado esta imagen como una alusión a lo efímero de la belleza y la juventud, que vendría subrayado por las rosas marchitas y deshojadas que aparecen en el manto de la joven. De esta manera, la “vanitas” barroca subyace en este lienzo, siguiendo Murillo la estela de las obras pintadas por Caravaggio. La muchacha aparece al aire libre, dirigiendo su risueño gesto al espectador y sentada sobre un pequeño muro que tiene su continuación arquitectónica en el pilar que aparece a su espalda. Viste de manera sencilla pero elegante, coronando su cabeza con un gracioso tocado. La figura es iluminada por un potente foco de luz que resbala por las telas, realzando la volumetría del personaje y acentuando el contraste con el fondo en penumbra. Los colores rosas, blancos y salmón que componen la muchacha realzan su belleza sobre la ligera penumbra que la rodea. La técnica es ligerísima, impresionista, como se aprecia en las pinceladas visibles de la falda y la camisa. La coloración es una de las más bellas de toda la obra del pintor.

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