Llegamos a Pandemia Beach. Y asomado a la ventana la veo cabalgar las olas mientras la envidia me come por dentro, casi puedo saborear la sal del agua en mi boca. Este virus inoportuno me ha dejado varado y ella no ha dudado en irse, dejándome solo, sin otra tabla a la que agarrarme que a la de planchar.
―Esto no te lo perdono ― he pensado, mientras se cambiaba.
La odiaría si no fuera por lo bien que le queda el bikini, ahora que he ajustado el zoom puedo verla bien. Es que la muy... Se ha largado sin decir ni adiós.
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