miércoles, 1 de diciembre de 2021

REFLEXIÓN: EL MAL


Alguien dijo hace poco: “Me parece patético que traten de verle algo bueno a esta pandemia, que es lo peor sin atenuantes que nos ha pasado”. Al leerlo pensé: “por fin alguien lo ha dicho”. Porque desde hace tiempo, contemplo asombrado que mucha gente actúa, opina y se comporta como si nada nos hubiera pasado. Y, en todo caso, te preguntan sobre qué pudiste sacar de bueno con todo lo que ha ocurrido. A la primera cuestión, ni respuesta es el desprecio. Y a la pregunta, respondo con una sonrisa sardónica mientras pienso en alguien que perdió su empleo o su casa, que  fue rozado por la muerte. Y empieza a producirme también hostilidad. ¿Cuántas toneladas de autoayuda y mindfulness hemos tragado para engendrar esa necesidad maníaca de encontrarle a todo una enseñanza? El dolor, a veces, es simplemente dolor. No purifica, no nos hace mejores. Solo daña. Nadie puede sacar nada bueno de la muerte de su madre. Ni del lacerante período que vino después de que alguien al que quería le dejara cuando aún era demasiado joven. Ni del tenebroso reconocimiento del monstruo que era su padre. No se puede sacar nada bueno de la noche en la que hay que ir al hospital a buscar a una persona a la que se adora y a quien, por su aspecto, llegas a confundir con un mendigo. Salvo que se deba estar agradecido por haber contemplado el cuerpo desnudo y amarillo de una madre; por haber escuchado la letanía desfigurada de una abuela contra su propia vejez; por contemplar la decadencia de la carne de nuestra carne; por haber aprendido demasiado temprano que nunca se debe tomar en serio las cosas que no dependen de uno mismo “como el amor, la amistad y la gloria”; por descubrir que quien te había prometido que te comerías el mundo mientras te cuidaba las espaldas era también quien podía aniquilarte. No se puede sacar nada bueno de cisas así. El mal a veces es solo el mal y lo único que se puede hacer es respetarlo y aprender a vivir con él. 

No hay comentarios: