A veces me sorprendo
observando el cielo
de la tarde,
ayer contemplé
cómo un edificio se perfilaba
solitario en la luz plateada
y medité sobre el tiempo
—de ese implacable,
del que pasa—
y de este tiempo terrible
y de la infancia no redimida
y de la juventud confusa
y de seguir pese a todo
y de lo que podría hacer
con los pocos o muchos años
que tal vez me queden
y es cierto que ya
no es lo mismo
que apenas recuerdo
aquel cuerpo de antes
y no sé si lo de meditado
es una excusa
y que cada noche
busco la luna entre las nubes
y me miro al espejo
y no sé si me perdono.
No hay comentarios:
Publicar un comentario