Que en las guerras
no hay malos ni buenos,
sólo víctimas
es un viejo adagio
que todos sabemos…
Pero, cuando la guerra acaba,
hay vencedores y vencidos,
y unos arrastran a los otros
por el fango y la sangre
y se regodean en su sufrimiento,
como plato final de su victoria
(fría venganza
en corazones de piedra).
Y la derrota sabe
a desesperanza
y a amargura,
gota a gota tragada
(hora a hora,
día a día
año a año).
Lo supieron los galos,
y los íberos,
y los troyanos
y los nubios,
y los cátaros…
Y muchísimos españoles.
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