Durante un tiempo
mi padre tuvo un bar,
de vez en cuando
le ayudaba tras la barra.
De aquél tiempo
recuerdo especialmente
a un cliente que vino
con su mono de trabajo
muy sucio
los guantes de seguridad
desgastados sobresaliendo
de un bolsillo,
dándome todo el rato la vara:
lo maravilloso de su trabajo
su orgullo obrero
su sentido de responsabilidad
su amor incondicional
por su tarea
lo bien tratado que era
como un igual
por sus jefes...
Y en un momento
en que me despisté
se largó sin pagar.
Por si tenía alguna duda
lo tuve claro
desde entonces:
nunca te fíes de alguien
que hable bien
de su patrón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario