“Aquelarre de radicales”. Así ha calificado Pablo Casado la reciente reunión de conocidas políticas de izquierda en Valencia. Sí, en serio, ha utilizado la palabra AQUELARRE. Pero en lugar de brujas las ha llamado radicales. No sé, creo que es lícito preguntarse si le traicionó el subconsciente, y en lo más profundo de su ser le alentaba el deseo de condenarlas a la hoguera. Pero no a la hoguera mediática, que eso ya lo está haciendo, y le acompañan en las redes sociales una pléyade de seguidores que ya se han olvidado de Pablo Iglesias y ahora dan rienda suelta a su odio con más motivo si cabe, porque se trata de mujeres. Estoy convencido de que en el inconsciente de Casado ardía una hoguera real, destino cruel de las calificadas como brujas en otros tiempos y denominadas radicales hoy en día.
Por cierto que ese otro término, radical, es también muy matizable. ¿Acaso no existe la radicalidad en las filas de la derecha? ¿No piensa el líder del PP que sean radicales sus colegas de extrema derecha, con los que gobiernan en coalición en varias autonomías? Igual el aquelarre de radicales donde existe es en Madrid o en Andalucía, pero los llaman gobiernos autonómicos.
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