Vivimos tiempos extraños,
las noticias de las ocho
nos alertaran sobre el nuevo
desastre natural
o sobre la bomba
que destrozó a un grupo
de gente y destruyó
sus sueños y sus huesos,
pero a pocas personas
le interesarán esas noticias
por que no hay cosa
más habitual
que la muerte de los demás,
y porque habrá también
temas mucho más importantes
que ocuparán por completo
las conversaciones vacías
sobre casos donde el mundo
gira alrededor de uno
que da patadas a una pelota
y el mundo grita y el mundo aúlla
y el mundo vibra feliz
y el mundo aplaude.
Realmente vivimos
un tiempo de desorden y caos,
condenados a morir lentamente,
vilmente, en esa larga
sequedad que es la espera
de esa gris oscuridad
que hay en el temor.
En nombre de algún dios, dicen,
o del pueblo o en otro nombre.
En todos los nombres se mata,
y nadie parece preocuparle
porque nadie hace nada
para que las cosas cambien.
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