Escribimos
para salvarnos
de lo inacabado
porque descreemos
de las definiciones.
Escribimos
para romper
los límites del grito
porque nos cerca
la soledad
nos ronda la tristeza
y a veces
nos alcanza la alegría.
Escribimos porque
no entendemos
o porque entendemos
demasiado.
Escribimos
porque tarde o temprano
habrá que reconocerse
más allá de los espejos
y porque seguimos
recorriendo nuestros días
con una colección
de silencios
para aprender los nombres
de la ausencia.
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