Deshojar a la mujer
si no ha sabido
de abrazos dulces.
Deshojar las horas
de esa niña de adiós y nunca,
de perdón y absolución,
de juegos que no se juegan,
que no deben jugarse
en el juego de las horas
del hasta jamás y hasta ahora.
Deshojar la lágrima
Deshojar la lágrima
de antes y de siempre.
Deshojar el tronco
de esa erguida espalda
sobreviviente.
Deshojar los perdones
y los aceros incrustados,
las culpas y los horrores,
la marca y la noche.
Deshojar todo lo de adentro.
Deshojar todo lo de adentro.
Que sea hojas en la tierra,
convertida a la larga
en alimento de la tierra.
Y renacer.
Y renacer.
Nacer fronda y erguida.
Ser también inmensidad.
Ser niña abrazada a la mujer
que cada noche sonríe
afrontando su destino.
Deshojarse para ser
la mujer que eres,
Deshojarse para ser
la mujer que eres,
la niña que en ti nunca
ha de parar de jugar.
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