Un buen día conseguiste
que me fijase en ti
y la curiosidad por despejar
las dudas que levantaste
pudo con todo.
No quiero mentirte,
si perseveré fue
por lo hermosa que eras.
Pero enseguida quise
conocerte de verdad
y que tú me conocieras
y que tú me conocieras
con el paso del tiempo,
para ello pretendía
que hiciéramos nuestros
que hiciéramos nuestros
los sitios por donde ambos
deambulábamos solos.
Quería una historia
donde echarte de menos
cuando no estuviera contigo
y tú me llamases para decirme
que me extrañabas mucho...
y tú me llamases para decirme
que me extrañabas mucho...
No fue fácil convencerte,
que tenue y frágil
puede llegar a ser la línea
que separa un éxito
del fracaso definitivo.
Pero yo quería memorizar tu piel,
acariciar cada lunar
en el sitio exacto
en el sitio exacto
que le concierne a tu geografía,
llamarte de alguna manera
que sólo nosotros conociéramos,
tener algo contigo
mucho más allá de lo que tú
llegaste a sospechar siquiera.
Quería saber cómo sería
cuando tú ya no estuvieses
cuando tú ya no estuvieses
tan buena y yo ya no le diese
importancia a ese detalle.
Porque yo tampoco sería joven
Porque yo tampoco sería joven
con esta ristra de años
que separan nuestras edades
y mis preocupaciones
y mis preocupaciones
seguramente habría de ser otras:
pensar cómo es posible
pensar cómo es posible
que otro día más
nos estuviésemos mirando
nos estuviésemos mirando
como aquella tarde
en que caminé hasta ti y te dije
algo que ya no recuerdo
algo que ya no recuerdo
y los dos éramos solamente
una posibilidad entre mil
de lo que hemos llegado a ser.
¿Qué me dices?
¿Lo estoy consiguiendo?
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