Hay una reflexión magistral en
el Principito: “Si tú me domesticas, entonces te necesitaré”. El colmo del
cinismo es que el sistema pretende que comulguemos con sus ideas y de no ser
así, que permanezcamos en silencio. ¿Qué nos queda entonces? No estar de acuerdo
equivale a quedarse fuera y a ser considerado un elemento marginal extremista.
Ellos creen a pies juntillas en su ideología, un conjunto de ideas y de
políticas muy convenientes pues les garantiza riquezas personales y un
poder cada día mayor...
El resto, los que no formamos
parte, debemos limitarnos a callar, consumir y a permanecer alienados frente al
televisor. ¿Dónde están la cantidad insufrible de personas de las que
nadie con un cargo de responsabilidad se ha preocupado nunca? ¿Cómo podemos permitir
que esa gente que consideramos nuestros líderes sea capaz de estigmatizar la
pobreza? ¿Es posible que molesten los vagabundos, pero no las circunstancias
que les ha conducido a la exclusión social? ¿Es esta la sensibilidad intrínseca
del poder?
La casta que lo conforma es un
como un camaleón astuto, que evoluciona y se adapta según sus necesidades. Y,
sin embargo, si una cosa distingue al actual de sus encarnaciones
anteriores, es el triunfalismo. Antaño los poderosos afrontaban amenazas
importantes que los mantenían a raya. Sin embargo, da la impresión de que sus
oponentes han dejado de existir de forma significativa desde que el comunismo
dejó de ser una amenaza. Parece que hemos perdido la batalla. Y de ahí
viene nuestra consternación y surge la pregunta: ¿Es el dinero la recompensa
destinada a la falta de calidad humana?
Los “aparatos ideológicos del
Estado”, son muy peligrosos y utilizan toda una panoplia de recursos para
troquelar la mentalidad de los ciudadanos. Las ideas de nación y patria han funcionado
de manera muy eficaz para movilizar a las masas y llevarlas a defender
intereses que no son los suyos, sino los de las clases dominantes. ¿De qué
sirven la patria y las banderas cuando tienes que cruzar el Mediterráneo sobre
una barcaza con maderas no aptas para la navegación? ¿De qué sirve cuando
llevas años sin encontrar trabajo? ¿De qué sirve cuando es capaz de
desahuciar a una anciana con una hija discapacitada o dejar morir a enfermos
por no invertir dinero público en el medicamento que los salvaría?
Para comprender la magnitud de
esta desgracia, es necesario contar con dosis de bondad, empatía y
sensibilidad. Y haber compartido la vida, la soledad y el destino con los verdaderos
héroes de la historia para ser como ellos y jamás colaborar con os que los
oprimen. Resulta aleccionador formar parte de la multitud anónima que a nadie
importa, y compartir junto a ella el dolor, la risa y la indignación. Por
desgracia, no parece ser ese el sentir de la mayoría, pues una y otra vez lo
demuestra con su voto. Una especie de Síndrome de Estocolmo recorre el país
cada vez que se convocan elecciones en los que los resultados hablan de un
cambio en el que el verdadero significado es que todo seguirá igual.
En el Bhagavad- Gita hay una
frase que llama la atención porque el paso de los siglos no le ha quitado ni
una pizca de actualidad: “Escogimos la libertad al mismo tiempo que la
justicia y, en realidad, en adelante ya no podemos escoger a una sin escoger a
la otra. Si alguien os niega el pan aniquila al mismo tiempo vuestra libertad”.
En eso estamos, así que
hagamos que el amor, el arte y la belleza sean también un arma de denuncia, que
nos recuerde siempre este estado de cosas donde estamos instalados. Para eso
fundamentalmente escribo.
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