Llevo paz en la sangre
esta mañana de domingo
en el que el paso de las horas
son las caricias
que me prodiga el tiempo.
Me siento en comunión
con el mar, la arena,
las olas, el cielo,
todo este entorno
que amo y me acoge
con el sol irradiando
el verbo iluminar
un verano en el cielo.
La mañana es una postal
que me abraza cariñosa
excepto cuando pienso
que en unas horas
he de partir para el trabajo
porque allí me esperan
mis demonios interiores
hartos de soportar ineptitudes
y latigazos de arbitrariedad.
Pero ahora siento la paz
recorriendo mis venas
mezclada con la sangre
mientras escucho la maravilla
de una alegría inocente
y me enternece su voluntad
por bailarle una sonrisa
a la gente que se cruza
con nosotros en la calle,
la paz es esta niña
con once meses de vida
que recuerda a los adultos
lo sencillo que puede ser
dar felicidad a los demás.
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