Por el dolor de Siria y Libia
y las preguntas de los niños
sobre las ciudades
derruidas por la barbarie,
que duermen
bajo las alas de las palomas.
Hablo de un pueblo
que se desangra
en las calles por donde antes
la existencia bullía
con la intensidad de la vida.
Allí la gente
se baña en la sangre
de sus muertos
o es engullida por el mar
cuando navegan
en busca de una salvación
que nunca llega,
no hay más alternativas.
Los guerreros de la estulticia
no renuncian
a la barbarie sobrevenida
y en los restos de las casas
el viento juega
sin encontrar diferencias
entre una ventana abierta
y otra cerrada,
afuera sólo queda ya gente
acostumbrada al olor
fétido de los cadáveres
y más allá del mar
está la indiferencia,
el abandono y el desinterés
mirando hacia otra parte.
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