No hay mejor
medicina
que las caricias
eso bien
lo sabemos todos.
El problema es
que generan adicción
y cuando se acaba
la última dosis
hay que prepararse
para el peor
síndrome de abstinencia
que existe
con la piel erizada
por las agujas del dolor
y arrumbados
en el callejón sin salida
del desamor.
Por eso hay
que leerse
bien el prospecto
y, sobre todo,
saber cultivar
en el laboratorio
de la pasión y la ternura
los ingredientes
que las crean.
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