Con respeto y devoción,
como el sonido
que transporta el aire
hasta hacer vibrar
las hojas de los árboles,
escucha mi alma
la voz de los mayores,
ese desgastado eco
que seguramente hablaba
que seguramente hablaba
de las jugarretas
que lo implacable del tiempo
hacía en los cultivos,
de la tierra que amaban
y se les enredaba en las uñas,
de los amaneceres
y se les enredaba en las uñas,
de los amaneceres
que eran dulces y eran hielo,
voz de hombres y mujeres
voz de hombres y mujeres
que fueron fusilados
sin razón alguna
hace mucho tiempo
hace mucho tiempo
y permanecen enterrados
dónde a sus allegados
les resulta imposible
aún hoy en día despedirlos,
de familias enteras
que partieron con lo puesto
sin tener la oportunidad
que partieron con lo puesto
sin tener la oportunidad
de regresar un día.
Es esa voz inconfundible
Es esa voz inconfundible
que duele en lo profundo
y a la vez transpone
la desolación en ternura
por la razón que entraña.
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