Dijo Césare Pavese que la
sorpresa es el móvil de cada descubrimiento. Desconozco si lo habías leído,
pero esta vez le has dado la razón de una manera deliciosamente sorprendente...
Y es que hay juegos que
deparan maravillas plenas de seducción y con un sin fin de matices que le dejan
a uno con cara de admiración y con un puntito de salivación realmente sabrosa
en la boca. Más aún cuando el amor lo sublima hasta cotas insospechadas... Eso
sí que lo sabes, no tengo la menor duda. Me refiero a lo que me haces sentir
cuando alteras de manera tal mis sentidos, claro. Aún así no podía prever la
rapidez de tu resolución, cuando te dije que la apuesta la habías perdido y
debías pagarme una prenda. No pensé que el pago se realizaría al momento, más
aún cuando habíamos decidido cenar fuera de casa y llevando tú
la minifalda que llevabas...
Todavía tengo el pálpito de cómo temblaba
mi copa cuando brindamos por el premio. ¿O el premio fue lo que ha venido
después? No lo tengo muy claro, pero lo
que he de reconocer es que ha sido una noche inolvidable... Y de eso sólo tú has tenido la culpa. Yo me he limitado a adoptar el estatus de cómplice.
Y ahora que te veo profundamente
dormida a mi lado y con ese ligero rictus de sonrisa complaciente en la cara me
sigo sorprendiendo, pero en esta ocasión de la capacidad que tienes para sin
pretenderlo, inundarme de esta ternura con la que el sueño lentamente me invade.
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