Ser sencillamente alguien
que se ha enamorado de la vida
y la ama porque es
precisamente una posibilidad
que tiene que ver con el ser
que es lo contrario de lo muerto.
Es como un salto en el vacío,
un sujeto para el que lucen
los verbos como embarcaciones
en un océano inmenso
y hay que partir indefectiblemente
en una aventura única
al encuentro de otras vidas
entre continentes oscuros.
Es como un libro blanco y mudo
que espera el rastro
de nuestras palabras vivas,
distintivas e irrepetibles,
que dejen en sus páginas
las sombras de su vuelo.
Sombras y más sombras,
chinescas, oscuras y ciertas,
capaces de resonar en nosotros
y abrir las puertas reales
con las llaves de la imaginación.
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