Para poder combatir la injusticia
primero hay que darle forma,
identificarla y darle nombre.
Es el paso que da inicio
al proceso que debemos realizar
para recuperar nuestra vida
robada sin que nos demos cuenta,
poco a poco, con la sutilidad
de la serpiente o del virus.
Entiendo la función
del poeta
como un medio para
encender
la luz del raciocinio
con la palabra
todo lo que sea denunciable,
evidenciar lo que el sistema
mantiene tapado, disfrazado,
enterrado en su marea
de colores y estruendo mediático.
Es un poder casi mágico
y una
responsabilidad absoluta
contra la
lógica impuesta
por los que
rigen el mundo
a su imagen y
conveniencia.
Es, por otra
parte,
la misma
función que tuvo
la invención
del lenguaje:
nombrar las cosas
para comprenderlas,
y a partir de ahí, dominarlas.
Nos han robado las palabras
e intentan cambiarles el sentido,
desde la poesía estamos obligados
a contraatacar y en eso estamos,
disparando sensibilidad y sentido
con un arma cargada de futuro.
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