martes, 11 de diciembre de 2012

POR UN NUEVO CONTRATO SOCIAL



Libertad de mercado, iniciativa privada y reducción del Estado a su mínima expresión son los tres pilares donde se sustenta el ideario del capitalismo. Las tres cuestiones están tan íntimamente relacionadas que el Estado se convierte en enemigo, molesta a los mercados, principalmente desde la perspectiva de la restricción de los beneficios en forma de impuestos, y por la labor legislativa que puede impedir o dificultar que la iniciativa privada se vea libre para actuar a su antojo y conveniencia. Ese mismo Estado deja de ser una traba, según el recetario neoliberal tan en boga ahora mismo, cuando se articula en la privatización de empresas estatales, la restricción presupuestaria y la desregulación de mercados en los que aún perduran normas destinadas a proteger a sectores amplios de la población... Pasos que por otro lado se han dado incluso desde iniciativas gubernamentales autocalificadas de izquierdas, que no hemos de olvidar sentaron las bases para lo que ahora está sucediendo. El pretexto para el proceso de privatizaciones en el que el monopolio estatal pasa a manos de intereses privados, ha sido la liberalización y la consecuente competencia empresarial, que según la receta mejora servicios y abarata costes... Pero en la práctica se ha traducido en renovados monopolios, esta vez privados, que adquieren un nuevo territorio de explotación desde posiciones ventajosas, en la medida en que se encuentran con empresas desarrolladas y sin apenas competencia.

Además, que estas empresas antes estatales pasen a manos privadas supone un trasvase del poder de lo público a lo particular, creando lazos político-empresariales que significan que el ejercicio de gobierno se realiza con el fin del beneficio de unos pocos, lo cual a su vez supone el aniquilamiento de facto del interés general. Esto supone, primero, que el contrato social que ha de buscar el bien público sobre el que se legitiman los Estados queda invalidado, lo que a su vez deja sin efecto los derechos adquiridos a través de ese compromiso. El neoliberalismo intentará enmascarar la realidad especialmente a través del discurso democrático, articulado a través del sistema parlamentario (sobre todo si obtiene una amplia mayoría) y, con el pretexto de la seguridad, otorgará especial relevancia al componente policial de los Estados, que pasará a defender los intereses privados y a reprimir cualquier discrepancia en las calles.

Entonces, por un lado nos encontramos con monopolios privados en los que se concentra el poder y por otro democracias fantasma, en la medida en que ocultan la ruptura del contrato social, como marco en el que se desarrolla la economía y el poder de mercado capitalistas. En este cuadro se ha intentado humanizar el sistema a través de la construcción del llamado estado del bienestar, una alternativa desde dentro para validar de alguna manera el contrato social. Pero en la práctica acabó siendo una etapa donde se perfeccionaron los mecanismos de enmascaramiento, mientras se preparaba la siguiente fase de desmantelamiento de los Estados, una vez la concentración corporativa fue ampliando su espectro...

En la actualidad parece que sólo Internet ha venido a cuestionar el monopolio temático ya formalizado a través de la televisión y la prensa escrita tradicional. Puede que no hayan contado con el poder organizativo que otorgan la libertad e inmediatez con que se difunden los mensajes y las convocatorias opositoras por las redes sociales. Esta novedad coincide  justo cuando las acciones del Poder se concentran en la reducción de costes laborales y sociales, como modo de aumentar el margen de beneficios o para pagar las deudas corporativas y que se articulan sin concesiones con el abaratamiento de la mano de obra, ya sea mediante deslocalizaciones, reducción de plantilla, pagando salarios miserables, etc.… En este sentido, la realidad se está imponiendo a la ficción, o en otras palabras, hay una disfunción entre la información enmascaradora y la realidad, en la que el Parlamento rinde pleitesía a los grandes nombres corporativos, mientras los ciudadanos reciben notificaciones de desahucio, ERES a mansalva o recortes en el subsidio de desempleo.

Con internet por medio, la inmediatez de lo real se impone al discurso, en la medida en que alguien puede verse durmiendo en la calle mientras recibe la notificación del colegio electoral al que pertenece, en relación con la próxima convocatoria de elecciones. Esta apelación a lo real se refiere a la supervivencia, en la medida en que gran parte del sustento que proporcionaba el estado del bienestar se ha esfumado, de tal modo que desaparecen determinadas seguridades que acolchaban el consumo, como por ejemplo, el derecho a la vivienda digna o la protección de las capas sociales más desfavorecidas. Y el mundo visto desde la posibilidad de quedarse a la intemperie tiene una demanda elemental que cambia la perspectiva de las cosas. En este nuevo estado donde prima la supervivencia y aparecido al son del recetario neoliberal, nos encontramos con una clase dominante cada vez más reducida que hace las funciones de depredador sobre una clase dominada cada vez más acorralada y mayoritaria, pirámide que se ha consolidado destrozando el contrato social y alimentando democracias fantasmas, que enmascaran un sistema absolutamente jerarquizado. Por ello las reivindicaciones de un cambio han de plantearse en el sentido de reivindicar la formulación de un contrato social que en un primer momento asegure el sustento material digno e igual para todos, concretado en aspectos como vivienda, alimentación, sanidad, educación, trabajo y ocio. Y en un segundo plano, se ha de politizar la economía para hacer cumplir y poder desarrollar la voluntad general como única garantía contra la depredación.


No hay comentarios: