La sensibilidad por el hecho
artístico nunca debería estar por encima de la que se refiere al hecho social. Cuando
uno contempla los restos que las grandes civilizaciones de la antigüedad nos
han dejado en forma de construcciones, ciudades, templos o palacios ya muertos,
ha de preguntarse también por la suerte que corrieron sus constructores. Por el
dolor, las columnas vertebrales rotas, las huellas del látigo en las pieles y
en las almas, por los ojos que saltaron de sus cuencas al recibir el impacto de
una piedra, las secuelas que dejó en sus cuerpos la explotación sin límites que
padecieron. En resumen, por la desgracia que probablemente fue su vida llena de
sufrimiento. Cuánta fatiga, cuánto trabajo meticuloso, agotador e ímprobo se significó
en tales obras durante años por miles y miles de hombres... ¿Cuántos cayeron fulminados
a causa de un esfuerzo sobrehumano? ¿Cuántos murieron de extenuación y de sed o
simplemente por haber agotado hasta la última gota de energía que acumulaban
sus cuerpos rotos?
Y entonces inevitablemente surge
la pregunta: ¿podrían existir tamañas maravillas sin ese padecimiento? ¿Sin el
látigo del vigilante? ¿Sin el miedo que anida en el esclavo? ¿Sin esa soberbia
que se intuye fluir desde los poros del que toma la decisión de ejecutar la
obra cueste lo que cueste a mayor gloria de su nombre? En una palabra, ¿Convierte
esta dualidad al arte del pasado en un ejemplo de lo negativo connatural al ser
humano? ¿Hasta qué punto hay que olvidarlo desde la perspectiva de hoy para
recrearse sólo en la belleza de lo conseguido, que por fortuna para nuestros
ojos ha logrado traspasar las barreras del tiempo? ¿Cómo conjugar los resultados
del Arte con mayúsculas al servicio de un gran Imperio, con una visión social
de la historia?
Admirar los monumentos del
pasado, pero sin olvidar la carga de sufrimiento y sangre que significaron ... Porque
el arte no queda al margen de la ecuación que determina que cualquier logro
humano en su avance hacia el futuro ha entrañado males terribles para los que
lo vivieron. Por desgracia no parece que hayamos aprendido demasiado en el
proceso hacia la modernidad que ahora disfrutamos.
1 comentario:
Lo que describes siempre está ahí..miras una pirámide con todo lo agresivo del clima, lo yermo del paisaje, la pobreza de vegetación y la ausencia de todo aquello con lo que descansar cómodamente y ves la obra casi imposible de pensar y yo siempre he pensado en la otra cara de la moneda..la que explicas en tu entrada..Puede que no haya en el pasado obras de este tipo que no hayan comportado la sumisión..els esclavismo y el dolor, sólo cabe darnos cuenta de ello mientras admiramos su belleza ...Una buena reflexión.
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