jueves, 27 de diciembre de 2012

EL MUNDO AL QUE PERTENEZCO



El mundo diario que habitamos,
ese que parece invisible
de tan cercano
está lejos de ser un paraíso,
sobre todo si lo miramos
con los ojos de los expropiados,
de los exterminados,
de los señalados como extranjeros,
de los ninguneados...
Pero sin los que seríamos
menos aún de lo que somos.
No tengo derecho a mantenerme
al margen de ese infierno
culpable de tantas miserias,
el que se refiere a los negocios
que asesinan nuestros derechos
hasta en lo más íntimo.
Y tampoco de ese infierno que está
en un lugar más inmediato
y se nos vuelve cotidiano
en el dolor de las relaciones
con los otros y con nosotros mismos.
Por el contrario,
creo en la inminencia
de que los demás sean importantes,
en la suerte de sentir
con quienes nos acompañan
y a quienes nos necesitan.
Ésa y no otra es la suerte
de haberte conocido,
la de tenerte cerca
y saber de alguien que está
conmigo aunque no le pertenezca
para hacer de esa inseguridad
una forma de avanzar juntos,
de crear un camino nuevo y compartido.
A mí también me ocurre
y cuando a veces digo que eres mía
no me refiero a ese posesivo
como algo de mi propiedad,
sino al que pertenezco.
Mi amor, mi tierra, mi infierno y mi cielo
son míos no porque me pertenezcan,
sino porque soy yo el que quiero
responder a ese pulso callado
que forma parte indivisible de mi vida,
y me convoca desde un silencio
que no es de nadie y es de todos.


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