de sensaciones
que no pueden entender
los que no tengan al mar
como referencia,
de sonidos que rebotan
en los árboles y viajan
bajo las sábanas del cielo,
siempre conmigo y con aquellos
que me acompañan en el viaje.
A veces retorno a los veinte
y me encuentro con un muchacho
con muchas inquietudes,
descubriendo la fuerza
de la solidaridad
mientras el despertar del sexo
lo mantenía en un sinfín
de incógnitas
sobre la mujer y sus misterios.
La música mientras tanto
se hacía cargo de los silencios,
y había milagros en los que creía,
aunque jamás llegó
a considerar como ciertos
los escritos sobre los dioses.
Ese muchacho vuelve a veces
y me señala rincones, errores,
traiciones que en la vida
es imposible no cometer.
Pero es comprensivo
y eso reconforta bastante
cuando el sabor de la hiel
inunda la garganta.
2 comentarios:
Muy tierno, me ha gustado mucho. La música tambien.
Un abrazo.
Es bueno de vez en cuando sentirse niño...
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