no consigo estar a la altura
de lo que siempre siento,
puede que simplemente
me haya vuelto
demasiado ambicioso
en el afán de desgarrar
la tela de mi muerte
para reparar el cielo
en los ojos de los hombres,
perfumar de esperanza
los inodoros de las cárceles,
presentar mis respetos
a las mujeres repudiadas,
poner bajo techo
la noche de los indigentes,
rescatar la sangre
en mil baños derramada,
pintar de amaneceres
las paredes de los parlamentos,
abochornar a moralistas
que se contradicen con la ética,
defender la sencillez
en el rostro claro del futuro,
hostigar a los prelados
que ensombrecen la luz de la razón.
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