Reorganizar la biblioteca es un buen pretexto para que se desaten delicias almacenadas en algún lugar de la memoria, porque se convierte en un emocionado reencuentro con los libros y las evocaciones que estos entrañan. Y es que con el transcurrir de los años el número de volúmenes va creciendo lentamente y cada uno de ellos termina por difuminarse en el rincón de la estantería que le ha correspondido en suerte. Allí esperará pacientemente volver a ser protagonista cuando regrese a las manos, la mirada y la fascinación personal de su propietario.
Al recuperar el aroma que despiden, cuando se les palpa de nuevo aunque hayan pasado un montón años, uno se da cuenta de que los libros forman parte del álbum fotográfico de su vida. La magia de la palabra escrita consiste precisamente en eso: Cada ejemplar con el que hayas experimentado el placer de la lectura guarda sensaciones y condensa imágenes indisolublemente relacionadas a episodios de nuestra existencia.
Cuando reordeno los libros o limpio la biblioteca, aparecen un montón de entrañables amigos a los que nunca podré agradecer lo suficiente el que hayan contribuido decisivamente a formarme como persona. Las ventajas de los libros digitales son evidentes y no seré yo el que las discuta, pero nada podrá sustituir la calidez que se experimenta con los de toda la vida, porque estos se leen, claro está... Pero también se coleccionan y esa presencia física se refleja en el espacio que ocupan en la biblioteca y el corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario