sábado, 5 de noviembre de 2011

LA NADA



Y dejar de ser yo
para ser el límite
entre la carne y la nada
(aunque prefiero inclinarme
del lado de la carne).
Y dejar de ser yo
para ser el límite
entre el ya y el nunca
(aunque me inclino
por la opción del ya).

Puedo cambiar
la percepción de mi cuerpo
para sentir
que lo que roza mi carne
es la nada,
que lo que me perfila en el aire
es la heladora nada.
Frente a ella, rozándola,
mi carne es el ya,
la existencia
en la modalidad más viva.
Si la roza mi carne
puedo calentar su frío
y quizás hasta
la transforme en algo.

Pero para todo esto
debo dejar por unos instantes
de ser yo con estos ojos,
cargando con el peso
de 54 largos años
unas cuantas arrugas
en el alma y en la piel,
demasiados fracasos,
un trabajo mal pagado
y temiendo la nada.

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