lunes, 21 de noviembre de 2011

ANÁLISIS DE LO QUE HAY



Cuando una democracia recurre tanto a la policía, quizá deberíamos empezar a plantearnos que puede que se trate de otra cosa. Las cargas policiales contra los manifestantes, imagen tan repetida últimamente en los países que se autodenominan democráticos comienza a resultar sospechosa. La costumbre de imponer el orden -un determinado concepto de orden- sacando la porra a pasear como recurso, más bien parece un hábito heredado de regímenes de otra clase. Como en los tiempos amargos en que los demócratas se veían obligados a enfrentarse en la calle a la policía porque en una dictadura se les consideraba herejes del pensamiento único y estaba prohibida cualquier disensión. Pero es que los dictadores actúan en consecuencia de lo que todos sabemos que son...

Lo de ahora es otra cosa y cuesta encontrar una definición para catalogarlo. Vayamos por partes: Está claro que en cualquier revuelta siempre hay vándalos que aprovechan para darle una salida violenta a su salvaje adrenalina, pero empieza uno a sospechar que energúmenos de esa clase son el pretexto para que, a río revuelto y con toda la contundencia del mundo, pague la mayoría que protesta. Pareciera que le estamos dando una vuelta de tuerca a la asignatura de Educación para la Ciudadanía, y algunos han decidido enseñarla a base de palos, que de siempre se ha dicho que la letra con sangre entra.

Ya sabemos de la sabiduría de Aristóteles. Pues en su obra ‘Política’, enumeraba algunos puntos que indicaban el mal hacer de los gobernantes, transformados en custodios de la libertad de los gobernados, a los que miran como a súbditos. A saber:

• ‘Embrutecer a la sociedad para mantenerse’: Bajan los niveles educativos, prolifera la telebasura, uso semianalfadeto de la lengua, se premia la mediocridad clientelista...

• ‘Envilecer el alma de los súbditos’: Un hombre atemorizado es incapaz de conspirar, así que conviene despojarle del espíritu crítico y retrotraerle a un estado de resignación permanente. Y si se le convence de que se hace en beneficio de la comunidad por culpa de imaginarios enemigos o peligros, mejor que mejor.

• ‘Sembrar la desconfianza’: Una tiranía o un mal gobierno sólo es derrocado cuando los ciudadanos confían entre sí y se unen para un bien mayor. Dividirlos, fomentar las sospechas entre unos y otros hace que sea más sencillo controlarlos.

• ‘Empobrecer a los súbditos’: Más impuestos, paro, recortes... De esta manera se consigue que el ciudadano, absorbido por los problemas, no tenga tiempo ni ganas para conspirar.

Y así, poco a poco, la democracia se desvirtúa. Desaparecen las clases medias, originando mayores diferencias entre ricos y pobres, las medidas se imponen desde arriba por decreto y la policía carga contra la libertad de expresión. De estos logros no son sólo responsables los políticos, sino también el propio voto de los ciudadanos que, por estos lares, ha ido concediendo mayorías absolutas a partidos- ambos- que no han sabido administrarlas sin caer en el despotismo, utilizando también sin ambages una ley electoral que ningunea a los partidos minoritarios.

Por la presente, se nos viene encima otra mayoría absoluta, de cuya actuación futura sabemos poco, aunque ya se vislumbran algunos perfiles preocupantes. Por ejemplo, beneficiar descaradamente a la iniciativa privada, también en cuestiones como educación y sanidad. Podría suponerse que para preparar generaciones privilegiadas que dirijan los inciertos destinos del país con una salud de hierro y una determinada idea de la moral... Si esto no suena a Opus Dei, me sabe directamente a fascismo. O a solución urgente y desesperada, mientras el resto de la juventud queda abandonada a la suerte del paro o los contratos basura. Jóvenes a los que sólo les queda su indignación y la sensación amarga de que la democracia funciona a base de palos y sangre.

Claro que el lector español podría pensar que si hablamos de política, en el día después deberíamos tratar la cuestión de las elecciones generales y el análisis de los resultados, como por otra parte ya se están encargando de hacer los sesudos especialistas de siempre... ¿Pero acaso no es precisamente del futuro que nos espera de lo que estamos hablando? Tiempo al tiempo, en la calle nos encontraremos.

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