lunes, 31 de octubre de 2011

DESPUÉS DEL COMUNICADO DE ETA



Puede que se me tache de cruel por lo que hoy escribo, incluso los habrá que opinen que desprecio el dolor de las víctimas por no solidarizarme con ellas como debiera... Pero nada más lejos de la realidad. Lo que ocurre es que a veces nos vemos obligados a escoger entre lo malo y lo peor porque entendemos que no existe otra alternativa para desterrar el mal que nos acosa. Hablo de ETA y de su comunicado de abandono de la lucha armada, claro. Les advierto que no voy a andarme con miramientos a fin de mantener una actitud políticamente correcta para no dañar susceptibilidades en este tema. A mí me fastidian todos los días las mías con sólo encender el televisor o mirar las portadas de ciertos medios...

Dicen que los sucesos en torno al conflicto País Vasco no formaban parte de una guerra. Pues vale, podemos discutir sobre el sexo de los ángeles, pero los muertos han sido muchos y la violencia ha permanecido enquistada como un tumor durante decenios. No olvidemos tampoco el significado del terror, las amenazas y los chantajes, de lo que representa saber que por ciertos sitios mejor es no pasar, que cada día haya que mirar en los bajos del coche antes de arrancarlo, o que tengas que ser acompañado por los escoltas hasta para llevar a los niños a jugar al parque. Las víctimas son tangibles y figuran en las estadísticas. Lo demás no, aunque haya formado parte de la negación de la normalidad de centenares de personas.

Y que conste que no me gusta la nota de ETA, hubiera deseado que su contenido fuera otro. Pero los que no encuentran nada positivo en ella, es para pensar que o no tienen idea de la cuestión, o lo que es peor: lo hacen por intereses espurios, que en este caso es lo mismo que decir políticos o electorales. Ignoro si el remordimiento y la necesidad de pedir disculpas ante los obligatorios espantos que forzosamente se perpetran cuando se dispara a alguien a sangre fría o se coloca una bomba son reales. Supongo que han de constreñirse más a la intimidad de la conciencia del individuo que del colectivo al que pertenecía. Y desde luego no me imagino a un asesino profesional haciendo sinceros actos de contrición ante sus víctimas o el dolor de sus familiares, porque no necesita ser perdonado al estar convencido de haber hecho bien lo que consideraba su trabajo, o de cumplir fielmente con un deber que lo colocaba por encima del bien y el mal. Como mucho negociará determinadas condiciones a cambio de abandonar una actividad con un componente de perversidad tal, que en este caso en concreto lo convierte incluso en héroe para un determinado colectivo.

Por otra parte, nadie admite una derrota si puede disfrazarla eufemísticamente para darle un matiz diferente. De ahí tanto rodeo alrededor de los términos en los que se pacta. Muchos familiares lo que desearán en su fuero interno es que se reinstaure la pena de muerte y se pague a los sicarios con la misma moneda que utilizaron. Desde ese punto de vista hasta sorprende que la gente que amaba a los muertos no haya intentado vengarse con su propia mano. Pero es absurdo pretender que los que destrozaron fríamente la existencia de tanta gente se levanten un día y decidan pedir perdón sin más. Sería incoherente y falso, en realidad nadie se creería semejante patraña porque desprendería el aroma del posibilismo y la mentira. Así que las cosas como son: Traguemos el penúltimo sapo y apostemos por la oportunidad que se nos presenta sin entrar en batallas políticas que no vienen a cuento, sin olvidar que toda precaución es poca tratándose de ETA. El mejor homenaje a los que no están, es impedir que haya una sola víctima más y lo que importa ahora es comenzar a construir espacios de convivencia en Euskadi. Lo demás sobra, incluyendo las solidaridades que sólo buscan que el odio no desaparezca.

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