Pendientes
de lo transcendente
nos olvidamos
de amar lo imprevisto,
lo insignificante,
cualquier pequeña cosa
que viene a rescatarnos
de la circunspección,
la prudencia y la mesura.
Desde ese punto de vista
también es importante
la hoja yerta de periódico
a la que el viento
hace volar su belleza
en una calle crepuscular.
Si no aprendemos
a intranscender
nuestra propia resonancia
que difícil se vuelve tolerar
el paso de los años
y lo insignificante que resultan
los méritos acumulados,
la voz de la experiencia
y el hecho de pensar
que somos alguien
tras el insensato rumor
que día tras día nos susurra
que todos hemos de morir
en los rasgos de nuestra alma.
Si no existiese tal recurso
tampoco sería tan sencillo
soportar como las cosas
se detienen bruscamente
en medio de un poema
y se cubre el mundo
con la piel abominable
que ingenia el poder
para vaciar la esfera
de la integridad
en las aguas envenenadas
del fin de las referencias.
Y así sobrevivimos
hasta que alguien
de improviso nos llama
y nos desnuda el alma
hasta darnos un atisbo
de inenarrables dimensiones
que nos infunda el latido
de una estrella
con el que iluminarnos
en un caos gastado y oscuro:
Es entonces cuando
en el mundo de las ideas
la vida cobra sentido.
1 comentario:
"...Si no existiese tal recurso
tampoco sería tan sencillo
soportar como las cosas
se detienen bruscamente
en medio de un poema
y se cubre el mundo
con la piel abominable
que ingenia el poder
para vaciar la esfera
de la integridad
en las aguas envenenadas
del fin de las referencias."
Es verdad lo que escribes,esos pequeños instantes insignificantes para la evolución del mundo, que hacen que sientas el latido de una estrella..el cielo se detiene y todo lo de alrededor desapararece ..y tú, por unos instantes, sientes cómo todo cobra sentido y la percepción de la levedad de ser, tu sentimiento de mortalidad se esfuma...o se esconde de ti.
Te entiendo.Esas cosas insignificantes son las que más nos hacen sentirnos vivos.
Me parece brillante tu poema.
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